Este miércoles muchas vecinas del Grao y de Valencia en general desayunarían con una interesante noticia: la paralización del mercado “gourmet” del Grao ante el hecho de que ninguna empresa privada se haya presentado a la oferta del Ayuntamiento para ejecutarlo y gestionarlo. Contado así puede parecer un accidente, una idea “original” que no ha fructificado, pero lo cierto es que, si se entra al detalle, la noticia es la constatación del último crimen, uno más, cometido por Rita Barberá con el objetivo de beneficiar a algunos pocos en detrimento de toda la ciudad.

La historia, en cualquier caso, es sencilla. En el Grao de Valencia, en un entorno privilegiado, rodeado de edificios que sobrevivieron a los bombardeos fascistas al puerto de la ciudad en la Guerra Civil, se encuentra el hermoso mercado del Grao. Éste daba trabajo a muchas personas y llenaba de vida al barrio de una manera modesta. Sin embargo, con la Copa América a la vista y la burbuja inmobiliaria en plena expansión, el espacio era un suculento bocado que ofrecer a algún amigo del PP. Sin embargo había un obstáculo: sus honrados trabajadores. Por ese motivo, el equipo de Barberá paralizó la subasta de puestos en el mercado, de manera que, a medida que se jubilaran las comerciantes, los puestos se fueran cerrando, y así la oferta del mercado se fuera deteriorando, lo hiciera a la par su atractivo, y finalmente se pudiera justificar su venta.

Y a ello se puso la alcaldesa Barberá, arruinando durante años a los comerciantes del mercado, y deteriorando el barrio, con la mala fortuna para sus intereses de que finalmente sus nefastas políticas, aunadas a las de sus colegas neoliberales en otras geografías, propiciaron la crisis actual y que su descabellado proyecto —para el que aún a finales de octubre del pasado año anunció que destinaría 4’8 millones de euros de dinero público— haya quedado temporalmente en el aire.

Sin embargo, que el proyecto del boato de Rita Barberá haya fracasado no ha de significar que el mercado no tenga posibilidades. Al contrario, como bien saben tanto las vecinas como las miles de personas que pasan semanalmente por el entorno de las calles Josep Aguirre y del Cristo del Grao, el entorno del mercado es excepcional y en la actualidad florecen a su alrededor polos de ocio y cultura como el proyecto Matraz o espacios de restauración como La Peseta o Nehuen, que hacen indicar que, si el Ayuntamiento reabriera la subasta de puestos del mercado, seguramente se agotarían.

¿Por qué Barberá no lo hace? Solo el afán de favorecer intereses especulativos explica por qué gobierna contra la ciudadanía. Pero ya avanzo que si está en mi mano, si depende de Compromís per València, las cosas serán distintas. El Ayuntamiento no especulará con estos espacios públicos, sino que los facilitará a sus legítimas propietarias, las valencianas. Y no solo en el mercado del Grao, sino también en el agonizante Mercado de San Pedro Nolasco en el barrio de Zaidia y en los del resto de la ciudad. La oferta se abrirá con precios muy asequibles e incluso estudiaremos hacerlo de manera casi gratuita a aquellos comerciantes que vendan exclusivamente productos de kilómetro cero, o lo que es lo mismo, de temporada de la huerta valenciana. Algunos mercados ahogados por Barberá volverán a cobrar vida y los que ya la tienen, rebosarán de ella y contagiarán a sus barrios. Pasaremos, como siempre he dicho, del boato, al relato. No es tan difícil: solo hacen falta, imaginación, preparación y ganas, y andamos sobradas de todas ellas. Vamos.