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Giuseppe Grezzi, el “italiano de la bici” como le identifican muchos ciudadanos, el “illuminati de la bicicleta” según le calificó el concejal del PP en el Ayuntamiento de València Alberto Mendoza, impotente ante la fiscalización a la que somete a la alcaldesa Rita Barberá, no es un recién llegado al activismo político. Lo lleva en los genes, y explotó en Valencia, una ciudad en la que aterrizó hace ya una década y media, y en la que acabó formando parte del grupo fundador de Verds Esquerra Ecologista y posteriormente de Compromís, a cuya defensa de la ecología política y del progreso social ha volcado gran parte de sus esfuerzos.

Giuseppe Grezzi. Por tu nombre nadie diría que eres valenciano.
Y tanto que soy de aquí (ríe). Nací en Italia, sí, pero desde el año 2000 estoy aquí y me siento y considero un valenciano más. En Valencia me he entregado y entrego a multitud de luchas, he disfrutado y disfruto… Y sufro como el que más con la situación que padecemos y me alegro cuando se habla en positivo de esta ciudad. Pero claro, la situación que estamos viviendo ahora y desde hace años, me llenan de ganas de cambiar las cosas.

¿Y cómo llegaste aquí?
Fruto del amor, siguiendo a una valenciana que vino en el 99 a estudiar a Bolonia. Al poco de que ella regresara, la seguí hasta su ciudad, porque ya la había visitado un par de meses en verano del 99 y me había parecido una ciudad estupenda. Por aquel entonces yo vivía en Bolonia, que es una ciudad muy interesante, con muchos estímulos culturales y sociales, pero Italia en aquel momento padecía de un auge del individualismo, mientras que aquí me había encontrado una ciudad muy abierta, por lo que decidí probar la experiencia.

¿Y cómo entras en contacto con Verds Esquerra Ecologista?
Desde bien pequeño me ha interesado la política. Con 16 años, en el instituto siempre estaba en primera línea de las manifestaciones que hacíamos por temas estudiantiles, y también asistí en los ochenta a otras manifestaciones cuando en Italia se vivía una situación de podredumbre generalizada similar a la que padecemos hoy aquí.

Si nuestra información no es mala, no eres el primer miembro de tu familia que se involucra en la política, ¿no es cierto?
Sí, mi padre fue alcalde de nuestro pueblo, Latronico, en la región de Basilicata, al sur de Nápoles. El interés por la política, las ganas de luchar, las he mamado en casa. Pero es normal. La política es una cosa de los ciudadanos, la tienen que asumir para cambiar las cosas.

Tu padre está al corriente de tu trayectoria…
Sí, y me dice “ten cuidado” desde la lejanía (ríe). Pero en serio, le gusta lo que estoy haciendo, y cuando me quedé a un puñado de votos de ser concejal en el Ayuntamiento se sintió muy orgulloso.

En cualquier caso, teniendo interés por la política, ¿qué te llevó a inclinarte por un proyecto ecologista como el de VerdsEquo y no por otros más clásicos?
Creo recordar que la primera vez que voté aquí voté a Esquerra Unida, porque yo vengo de una tradición comunista. Fui afiliado de Rifondazione Comunista, el partido fundado a partir de la escisión del PCI, y llegué a ser candidato en mi pueblo por esa opción. Pero con los años he ido reelaborando, siempre con el poso de esos valores sociales, mi ideología, mi forma de pensar y creo que el ecologismo es la verdadera frontera de las transformaciones sociales que necesitamos ahora. Y eso entroncó con la casualidad de que la hermana de mi novia de entonces conociera a los pioneros del movimiento verde en Valencia y que animaban el debate entorno a las cuestiones ambientales, sociales y de transformación ecológica: Carles Arnal, José Merlo, Carles Olmedo. Entonces empecé a participar en actos que ellos organizaban, en un asociación que bautizaron València Verda, y a colaborar con ellos. Su forma de hacer política, muy cercana, muy enraizada con la sociedad, me gustó, y así fue como me uní a ellos. Fui uno de los fundadores de Verds Esquerra Ecologista, con los que Carles Arnal fue dipoutado, y trabajé junto a él en Les Corts. Y hasta hoy (sonríe).

En cualquier caso, con tu presencia siempre constante en todo tipo de demandas sociales, tampoco eres un político al uso, al menos de los de traje y corbata.
Claro que no, pero porque por culpa de algunos se ha extendido el tópico de que los políticos son gente de una clase especial y que goza de privilegios vinculados a su cargo. Y desde luego que hay gente que se mete en política buscando eso, pero te puedo asegurar que reciben todo nuestro desprecio. Yo me considero un activista político, que ha hecho política desde fuera de las instituciones y desde dentro, pero siempre sin renunciar a lo que he hecho siempre: luchar por el progreso social y la transformación ecológica. Por ejemplo, ahora trabajo de asesor en el grupo municipal de Compromís en el Ayuntamiento de Valencia y no por ello he dejado de hacer lo que siempre he hecho, desplazarme a todos los lados en bicicleta, hacer la misma vida, asistir a conciertos, participar en las movilizaciones ciudadanas como el 15M, contra la guerra, por la educación pública, etcétera. Un político es sencillamente un servidor a la sociedad. Quien no concibe esta actividad como estar al servicio de los ciudadanos y vive a su mismo nivel, quien no se dedica a escuchar sus demandas y trasladarlas allá donde esté para que sean consideradas, debería ir pensando en dejárselo. Y ahí entra todo, hasta las demandas más pequeñas. Sin ir más lejos, hace unos días acudimos a un colegio para reclamar con las madres, padres y profesoras, la retirada de un techo de uralita cuya erosión puede producir cánceres en el personal y las alumnas. Y esa demanda cae en el vacío porque hay unas personas que tienen otras prioridades que son los grandes eventos o solo dedican su pensamiento a cómo conservar el poder. Pues para mí eso es despreciable. Pero nosotros allá fuimos y para colmo no nos dejaron entrar porque la consellera Català dio orden de impedirlo. Eso sí, respecto al techo de uralita no fue tan fulgurante.

Esa actitud también te ha ocasionado algún rifirrafe con la autoridad. ¿Estás enmendándolo o es lo que toca?
Soy consciente de que las autoridades tienen un papel de apoyo a la ciudadanía y de garantía de los derechos democráticos velando por la seguridad de todos, pero respetando también los derechos humanos y el resto de derechos democráticos, y nosotros siempre debemos estar al lado de las personas que luchan por un mundo mejor y más solidario. Desgraciadamente, a veces la autoridad no respeta estos derechos de la ciudadanía y sí, como persona pública y además señalada por el apoyo que doy a muchas reivindicaciones sociales, he recibido algunas denuncias señalándome como organizador de las protestas, cuando yo simplemente he sido un ciudadano más. Estas represalias no deberían darse ni contra mí ni contra nadie, pero desgraciadamente se trata de una represión de baja intensidad, para tratar de amedrentar a la gente, que utiliza el legítimo y democrático instrumento de la manifestación y la protesta. La democracia se hace en la calle y los poderes públicos tienen que escucharla, no reprimir su voz.

Tu proyecto hasta la fecha lo has vinculado a Valencia. ¿Cuál es la principal meta que desearías alcanzar para la ciudad?
Todo el mundo sabe que yo soy un forofo de la bicicleta, y una meta que puede parecer utópica pero que, desde mi punto de vista, no lo es tanto, es que de aquí a unos años Valencia sea considerada la Copenague o la Amsterdam del Mediterráneo. Que se diga que Valencia es la ciudad en la que más se va en bicicleta en toda España, y que sea ejemplo además de recuperación del espacio público, con menos contaminación atmosférica y sonora… Eso como meta de transformación de la ciudad, a medio plazo. Pero como medida más inmediata, que haya un cambio de gobierno, porque esta ciudad necesita respirar, poder repensar su futuro y construir un nuevo relato para sí misma. Y eso está muy cercano; es más, esperamos que sea una realidad dentro de poco.